Del cuento de Hemingway al Funnel ACP: lecciones para que tu marca despegue.
- Denise Dianderas

- 25 sept
- 6 Min. de lectura
Actualizado: 26 sept
De la ilusión del resultado a la verdad del proceso: el camino hacia una Supermarca.

La gente sigue creyendo que para emprender se necesita dinero. La verdad es que no. Cuando muchos empezaron a emprender lo hicieron sin redes sociales, sin e-commerce, sin un TikTok que los hiciera virales bailando mientras hablaban de branding. Lo que había era sudor. Necedad. Y una convicción casi absurda de que valía la pena.
Hoy el tablero es distinto. Antes: si no conseguías inversor, te la jugabas con capital propio. Ahora: si no puedes emprender con capital propio, buscas inversores. Porque internet, la IA y las redes sociales han creado modelos que permiten que un negocio nazca sostenible desde el día uno. Y entre esos modelos, el más sexy y poderoso es el Funnel ACP:
A de Audiencia
C de Comunidad
P de Producto
La receta es simple, aunque casi nadie tiene la disciplina para seguirla: Primero construyes audiencia, disciplinada y obsesivamente. Contenido de calidad. Constancia. Nada glamuroso. De ahí emerge la comunidad: los que de verdad te escuchan, opinan, te devuelven feedback. Y de ese diálogo nace el producto: hecho para ellos, con ellos.
Caso Emma Chamberlain: de iced coffee a imperio
Emma tenía 16 años cuando abrió un canal en YouTube. Nada de superproducción, nada de guiones. Solo carisma y vlogs mal iluminados. Sus videos se viralizaron, ella se convirtió en fenómeno y, cuando notó que su comunidad deliraba con sus iced coffees, no contrató una agencia de branding ni levantó una ronda de inversión millonaria.
Encargó un lote pequeño de café, montó un sitio web casi ridículo de básico y lo lanzó a su comunidad. Resultado: un millón de accesos y stock agotado en minutos.
Eso fue el embrión de Chamberlain Coffee. Hoy la marca factura millones, tiene 10.000 puntos de venta y hasta cafetería en Los Ángeles. ¿Cómo lo logró? No vendiendo café. Construyó equity: identidad, comunidad, cultura.
La pregunta obvia: ¿de verdad esta generación está perdida? ¿O será que entendió antes que nosotros cómo emprender sin jefe, sin deuda y con comunidad como combustible?
El sesgo de resultado: todos juegan a ser Hemingway
Hemingway apostó que podía escribir un cuento completo en seis palabras: “For sale: baby shoes. Never worn.”
Todos lo leemos y rellenamos el vacío con tragedia. Pero la historia no está contada: la inventamos nosotros.
Así funciona el sesgo de resultado: juzgamos la calidad de una decisión solo por cómo terminó, no por cómo se tomó. Un inversor mete plata en una startup mediocre que, por azar, se vuelve unicornio → decimos “qué genio”. Otro invierte en una idea brillante que muere por contexto adverso → decimos “qué fracaso”.
En negocios, como en literatura, confundimos azar con destino. Y nos encanta cerrar narrativas con la ilusión de inevitabilidad.
Baron & Hershey (1988) ya lo habían mostrado en un experimento: los participantes evaluaban mejor a un médico cuando el paciente sobrevivía, incluso si la decisión clínica había sido arriesgada e irracional. Kahneman y Tversky también lo estudiaron: nuestro cerebro busca narrativas cerradas y tiende a interpretar la historia hacia atrás, proyectando inevitabilidad en lo que ya pasó.
¿Por qué ocurre?
Ilusión de inevitabilidad: cuando conocemos el desenlace, nos parece obvio que iba a pasar así.
Sesgo narrativo: cerramos la historia con un sentido lógico, aunque sea inventado.
Aversión a la incertidumbre: el resultado nos da una resolución cómoda, aunque no sea un buen criterio de evaluación.
El problema: ese error mental nos impide ver lo que realmente importa. No el final, sino el proceso.
La suerte influye más de lo que reconocemos. No todo éxito es mérito, no todo fracaso es incompetencia. Como en el microcuento de Hemingway: vemos unos zapatos sin usar y damos por hecho la tragedia. En negocios pasa igual: vemos el resultado final y creemos conocer toda la historia.
Pero lo que no se dice —el proceso, el contexto, el azar— es lo que realmente sostiene el relato.
El Ministerio de la Creatividad y el Marketing Levitativo
Cuando fundamos el Ministerio de la Creatividad, lo hicimos con una obsesión compartida: dejar de medir el valor de las marcas con métricas llenas de ego (likes, ventas rápidas, premios de cartón) y empezar a construirlas desde metodologías que trascienden.
De esa búsqueda nació el Marketing Levitativo: Es una metodología que vengo desarrollando casi sin darme cuenta toda la vida, y que puse a prueba junto a mis socios en distintos proyectos. Su validación y refinamiento ocurrieron en el campo de batalla real, con marcas que necesitaban reinventarse.
¿Por qué levitativo? Porque no se trata de pisar fuerte en el piso del mercado, sino de elevarse. Elevarse por encima del ruido que nos azota en esta economía de la atención. Moverse en otra capa de conciencia. Se trata de fluidez. Ahí, donde habitan las Supermarcas.
Y más allá de detallar los pasos y frames de la metodología, quiero compartirles sus fundamentos: la base que sostiene a las Supermarcas:
Transhumanismo y Supermarcas
Creemos que las marcas pueden transmutar su nivel de conciencia hasta convertirse en Supermarcas. Nos inspiramos en el transhumanismo, ese movimiento que busca trascender las limitaciones humanas a través de la ciencia y la tecnología, incluso aspirando a la inmortalidad.
Nuestra interpretación es clara: las marcas no deben quedarse estáticas. Deben evolucionar continuamente, integrar IA, datos y nuevas tecnologías para expandir sus capacidades, comprender mejor al mercado y optimizar la experiencia del consumidor.
Como el transhumanismo propone la ampliación cognitiva, las marcas también pueden “aumentar” su conciencia: entender en tiempo real a sus audiencias, anticipar cambios culturales, ajustarse al contexto sin perder autenticidad.
Y lo más importante: usar la tecnología no como algo frío, sino como un puente para crear conexiones más humanas. Las Supermarcas no temen a la innovación: la convierten en empatía, accesibilidad y resonancia emocional.
El Uróboros: eterno retorno y continuidad
El símbolo del Uróboros, la serpiente que se devora y se recrea a sí misma, representa el ciclo infinito y el renacer constante. En el Marketing Levitativo, las marcas viven en ese mismo movimiento: nunca mueren, siempre se reinventan.
Lo aplicamos así:
Ciclo de vida de la marca: ayudar a que las marcas sean conscientes de su propio ciclo y estén preparadas para renovarse sin perder su esencia.
Unión de lo consciente y lo inconsciente: trabajar tanto lo visible (lo que la marca comunica explícitamente) como lo que está en la sombra (arquetipos, símbolos, narrativas profundas).
Simbolismo del tiempo: entender que cada campaña, cada gesto comunicacional es parte de un viaje continuo, y que todo movimiento debe reforzar la narrativa central.
Yo misma tuve que pasar por ese proceso: al crear el Ministerio de la Creatividad, renací. Cambié de piel, como el Uróboros.
Lo que realmente hacemos
No asesoramos marcas para que “vendan más”. Eso, cuando se trabaja bien, viene por default. Lo que hacemos es llevarlas a un nivel superior:
unir lo consciente y lo inconsciente en su narrativa,
ayudarlas a renacer cíclicamente con propósito,
aplicar principios que les permiten lograr relevancia, prosperidad, abundancia y éxito sostenido en el mercado.
En resumen: las ayudamos a evolucionar, trascender y convertirse en símbolos vivos. Eso es lo que distingue a una marca cualquiera de una Supermarca.

Identidad futura: Gallwey tenía razón
Timothy Gallwey lo dijo en The Inner Game of Golf: el rendimiento mejora cuando actúas como si ya fueras quien deseas ser.
¿Quieres mejorar tu swing? No te concentres en el error. Imagina que ya eres un golfista de élite… y juega como tal. Tu cuerpo empieza a alinearse con esa imagen interna.
Lo mismo ocurre en los negocios.
¿Quieres vender mejor? Actúa como si ya fueras un gran vendedor: confianza, claridad, escucha activa, convicción. ¿Quieres ser mejor líder? Piensa, habla y decide como un líder. ¿Quieres tener impacto con tu marketing? Empieza por verte como un comunicador poderoso. No se trata de fingir, se trata de alinear tu mente con la versión de ti que necesitas ser hoy.
Como emprendedor pasarás por muchas etapas, y cada una exige una identidad distinta. Al principio eres el ejecutor imparable. Más adelante, el estratega de largo plazo. Después, el líder que sabe soltar y delegar.
El verdadero tropiezo aparece cuando sigues actuando desde una identidad que ya quedó atrás. O cuando postergas la que tu negocio necesita hoy.
La pregunta clave: ¿Qué versión de ti necesita tu negocio hoy? Y más importante aún: ¿estás actuando como si ya fueras esa persona?
Si todavía crees que el éxito es lineal, que se mide en rondas de inversión o en campañas “bonitas” que ganan premios, estás leyendo la servilleta equivocada.
El futuro de las marcas está en ser verdaderas. Está en crear cultura alrededor de un café. Está en regenerar comunidades que las sostengan y les den sentido.
Por eso, si tu marca sigue gateando, no culpes al destino. Mírate al espejo y pregúntate:
¿Estás jugando al resultado o al proceso?
¿Sigues actuando desde la identidad pasada o ya te atreviste a ser la versión que tu negocio necesita hoy?
En el Ministerio de la Creatividad lo tenemos claro: Los límites no existen. Solo narrativas mal contadas. Y nosotros estamos aquí para reescribirlas.
La croche DD





La idea del “Marketing Levitativo” como una metodología innovadora es intrigante, pero podría beneficiarse de una mayor explicación práctica. ¿Cómo se lleva a cabo exactamente? ¿Cuáles son las herramientas o los marcos que la sustentan? Estos detalles permitirían tener una comprensión más tangible de cómo aplicarlo a un negocio propio ...