Resonancia o muerte: el dilema de las marcas que quieren vivir
- Denise Dianderas

- 25 may
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 30 jul
Las marcas que no piensan, que no sienten, que no se incomodan, se vuelven... estúpidas. Pierden plasticidad. Pierden sentido. Esto no va de branding. Va de vitalidad.
¿Tu marca vibra o solo repite?

La cultura no es un terreno de conquista, es una ola. O la sientes venir y aprendes a surfearla, o te arrastra y te cancela. Durante años, las marcas se comportaron como policías del manual. Uniformadas. Estériles. Controladoras. Queriendo preservar un ideal de marca más parecido a una pieza de museo bajo vidrio que a un organismo vivo.
Pero algunas despertaron: Nike, Dove, Diesel, Patagonia. No por compasión, sino por instinto. Por entender que una marca que vibra es más peligrosa que una que grita. Entendieron que resonar no es "pegar con la tendencia", sino ser sensible al pulso del mundo, a sus dolores, sus cambios, sus contradicciones. Las marcas que sobreviven son las que dejan de jugar a ser Estado y se atreven a ser cuerpo. Participan. Improvisan. Se contradicen. Aprenden en voz alta. Como siempre he creído, la rebeldía bien hecha es estrategia disfrazada de coraje.
El músculo que se oxida
¿Y qué tiene que ver el Efecto Flynn acá? Todo. El Efecto Flynn es un fenómeno que mostró cómo, durante el siglo XX, las puntuaciones de inteligencia (CI) aumentaron progresivamente generación tras generación. ¿La razón? Mejores entornos: educación, urbanización, nutrición, estímulo intelectual. La inteligencia no era genética. Era cultural. Era entrenable. Era cultivable.
Pero en las últimas décadas, esa curva empezó a bajar. En países como Noruega, Dinamarca y Finlandia, el CI se estancó o retrocedió. ¿Por qué? Porque dejamos de estimular. Porque el entorno —la cultura— dejó de nutrir. Optimizamos para el scroll, no para la abstracción. Para el like, no para el pensamiento. Y lo mismo pasa con las marcas. Una marca que no escucha, que no piensa, que no cuestiona su propia forma de operar, se vuelve menos inteligente. Pierde capacidad de adaptación. Pierde resonancia.
La marca que vibra
Una marca viva no necesita ser perfecta. Necesita estar despierta. No desde el branding policial, sino desde la participación real. Desde la intuición y el riesgo. Desde la contradicción como forma de humanidad. Desde el silencio también, si hace falta.
La resonancia cultural no se planifica. Se cultiva.

Como un árbol, se enraíza en el mundo real: se adapta, respira, se nutre. Las marcas son un músculo. Una sensibilidad. Un nervio abierto. Y como dijo Shakespeare: "Las cosas ganadas están hechas; el alma de la alegría yace en el hacer."
¿Tu marca vibra? ¿O solo existe por inercia?
¿Piensa o repite? ¿Se relaciona o se preserva? Elige. Porque esto ya no se trata de posicionamiento. Se trata de vitalidad. Una marca que no aprende, que no se incomoda, se vuelve estúpida. Literalmente. Pierde plasticidad. Se vacía de sentido. Y como todo lo que no se fortalece, se debilita.
La Croche DD





Me encantan tus pensamientos llenos de conocimientos y positivismo!!!