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Lo que realmente mueve nuestros deseos (y cómo las marcas convierten memes en millones).

  • Foto del escritor: Denise Dianderas
    Denise Dianderas
  • 22 ago
  • 2 Min. de lectura

Tus deseos no son tuyos. Ni el departamento que sueñas, ni el auto que quieres, ni siquiera ese snack raro del supermercado. Alguien más los puso ahí. Y en la era de TikTok, ese contagio se volvió la materia prima más rentable del mercado.


La realidad es una construcción Mental - Foto: Rafo Iparraguirre.
La realidad es una construcción Mental - Foto: Rafo Iparraguirre.

El virus invisible: el deseo mimético


En The White Lotus, Ethan acusa a Cameron de padecerlo: “Si alguien con más estatus que tú quiere algo, probablemente tú también lo desees”. No es un invento de HBO. Es la teoría del deseo mimético de René Girard: no deseamos por instinto, deseamos porque copiamos lo que otros valoran.

Nuestro cuerpo necesita agua, techo y comida. Lo demás es social.

Un escritor que seguimos, un amigo chef que pide un croissant simple, un influencer que posa con su nuevo gadget. Todos se convierten en modelos que nos dicen qué desear.

El problema es que, en la era de Instagram y TikTok, ese juego se volvió una trituradora. Luke Burgis lo explica: las redes no inventaron la rivalidad mimética, solo la aceleraron hasta el paroxismo. Hoy competimos hasta por la vida de los demás.


Heinz + Absolut: del meme a tu mesa


Caso práctico: Heinz x Absolut Tomato Vodka Pasta Sauce. Todo empezó con un meme culinario: Gigi Hadid sube su receta de penne alla vodka y la pasta rosa cremosa se vuelve viral.

Heinz no pensó mucho: vio el deseo en llamas, llamó a Absolut y lanzó una salsa real. Edición limitada, empaque hermoso, collab improbable. 

Resultado: filas en supermercados y producto agotado en días.

Un contenido de TikTok convertido en dinero real. El meme se volvió objeto. El deseo colectivo se volvió escasez programada. Genialidad pura.


El espejismo de “más es más”


Deseo Mimético - Foto: Rafo Iparraguirre
Deseo Mimético - Foto: Rafo Iparraguirre

En 1913, un ingeniero francés, Maximilien Ringelmann, descubrió que cuantas más personas tiran de una cuerda, menos fuerza pone cada una. Lo llamó efecto Ringelmann.

Pasa lo mismo con los deseos colectivos: mientras más manos empujan la moda del momento, más se diluye el esfuerzo y menos auténtico se vuelve. Todos deseando lo mismo, todos más flojos, todos más vacíos.


La clave no es sumar más manos, sino tener un propósito claro y visible. Igual que un equipo chico, motivado, puede jalar más fuerte que una multitud desganada, un deseo propio puede pesar más que mil imitaciones.


La realidad es un guion reescribible


“Lo real es una construcción mental… y puede cambiar.” Si Galileo pudo mover el eje del universo a punta de telescopio, ¿qué nos impide mover el eje de nuestros deseos?

Lo que hoy ves como imposible quizá solo está atrapado en tu marco mental. Lo que crees que no puedes, tal vez es solo un relato viejo que sigues repitiendo.

Los innovadores no solo encuentran nuevas respuestas: se atreven a formular nuevas preguntas.


🔥 El verdadero lujo


El verdadero lujo no es tener más. Es atreverse a desear distinto.

Porque al final, la pregunta no es “¿qué quiero?”. La pregunta es: ¿quién me enseñó a quererlo?


La Croche DD


 
 
 

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